Hace mucho tiempo, la Tierra estaba iluminada por ocho soles.
La radiante luz deslumbraba a los hombres y el inmenso calor secaba la tierra. Un día los hombres decidieron que ocho soles eran demasiados para iluminar la tierra y que con uno sólo bastaría.
¡Vamos a cazar siete, les vamos a meter miedo y se apagarán! - pactaron los hombres
Fueron a buscar a un buen arquero, el que mejor puntería tenía.
Al disparar sus flechas los soles se asustarían y se apagarían.
Al disparar la primera flecha, un sol se apagó. Disparó una segunda y otro desapareció.
Y así fue hasta llegar a la séptima flecha, que hizo que se apagara el séptimo sol pero también el octavo y último.
Entonces la oscuridad reinó en la tierra, la tierra era sombría y fría y los hombres desgraciados.
Necesitaban la luz del Sol para vivir. -Tenemos que hacer volver al último sol- se lamentaban las mujeres.-Tiene miedo de nosotros- respondían los hombres -En este caso- contestaron las mujeres -pediremos a los animales que nos ayuden a hacer volver al Sol.
Hicieron venir a una vaca, que mugió y mugió pero el sol no vino.
Llamaron entonces a un tigre, que estuvo rugiendo mucho rato.
Los hombres y las mujeres temblaban de miedo y seguramente el sol también tuvo miedo porque no apareció.
Hicieron venir a un búho que ululó toda la noche, pero el sol tampoco apareció.
Sí que lo hizo en cambio una luna blanca que iluminó la Tierra.
Entonces los hombres y las mujeres llamaron al gallo.
Se puso a cantar tan fuerte que su cresta se enrojeció.
Pero siguió cantando y cantando con toda su garganta.
Entonces, tímidamente, una luz amarilla y cálida apareció sobre la Tierra.
Era un sol que despuntaba sobre la línea del horizonte.
Poco a poco, mientras el gallo seguía cantando, el Sol se iba alzando en el cielo e iluminaba las caras de todos aquellos que lo esperaban.
Y desde ese momento cada mañana el gallo llama al Sol para que ilumine la Tierra.
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