domingo, 7 de septiembre de 2014

LEYENDA DEL AMANTE ERRANTE



Una noche de verano, oyó a lo lejos el llanto de un joven, entonces empujada por la natural curiosidad, bajó a la Tierra encarnada en un bello cisne para contemplar aquel melancólico sentimiento. Luna se acercó hasta un lago próximo al joven para poder escuchar sus lamentos:

- !Ohhhhhh¡ desolador murmullo de la Dama del Amor. ¿ Por qué primero me hechizaste con el don del amor y ahora me arrebatas a mi amada, a mi vida? ¿Por qué juegas con el destino y la existencia de los débiles hombres? Maldigo el día en el que ame con todo mi corazón y ella respondió a mis sentimientos de amor verdadero, con falsos !Te Quiero!. ¿No hay lugar en este cruel mundo para el verdadero y eterno amor? ¿ No puedo ser amado?Pero eso ya da igual, por que con la compañía de esta calurosa noche que hiela mis entrañas y con el murmullo de las aguas, quiero segar mi alma y unirme con la nada para no sufrir más.

Después de estas palabras de infinita tristeza, el joven dio fin a la larga vida que le quedaba, apuñalándose con una brillante daga. Pero antes de morir y con su última bocanada de vida susurró: "Te quiero………." Y allí acabó su melancólica existencia.

La Luna atónita y desconcertada empezó a llorar y sus lágrimas de polvo plateado se alzaron al cielo y crearon bellas estrellas. La luna en sus pensamientos de misericordia pensó: "que estas estrellas guíen y reconforten a aquellos que aman con toda su alma, pero no son amados de tal modo".

Cuenta el final de la leyenda que cada vez que no esta Luna en el cielo es porque, triste y desamparada por el recuerdo del joven que murió por amor, se retira al lo mas lejano del cosmos a llorar, porque ella, aun siendo amada, nunca podrá devolver ese amor que los hombres le entregan.

LEYENDA DE BYRTING Y LA REINA DE LOS ELFOS



Aquella noche, mientras dormía en su castillo noruego, el caballero Byrting tuvo un sueño extraño. Apenas había bebido los primeros sorbos de sueño cuando oyó que llamaban a la puerta de su cuarto. Se incorporó bruscamente y preguntó:

―¿Quién llama?

―Levántate, Byrting, y déjame entrar. ―Respondió con suavidad una voz femenina desde el otro lado de la puerta.

La noche era desapacible, y Byrting, que temía a los fantasmas, vampiros y endriagos que según las leyendas se arrastraban por las entrañas de su castillo, no se movió de la cama. Sin embargo, la puerta se abrió por sí misma, y una joven de rara belleza vestida con un fino ropaje de gasa entró en la habitación, tras lo cual se acercó al lecho del caballero, se sentó en el borde y comenzó a jugar con su lustrosa melena.

Prudente, Byrting salto fuera de la cama y se apoyó contra la pared.

―Escucha bien, Byrting ―dijo la joven, fingiendo no haberse dado cuenta del gesto del caballero―: mañana vendrás al Reino de los Elfos.


A la mañana siguiente, Byrting salió a caballo de su castillo. Al pasar por un puente cercano, el caballo se encabritó y tanto jinete como montura cayeron al río. Mientras que el caballo salió airosamente a la superficie, el caballero no pudo desembarazarse del frío abrazo de las aguas. Antes de perder el conocimiento, sintió cómo una mano de dedos largos le agarraba con suavidad del tobillo y comenzaba a tirar de él.


Cuando Byrting abrió los ojos, vio una amplia estancia, hermosa como jamás ningún rey de la Tierra podría soñar con tener. Junto a él estaba la joven de la noche anterior, quien ahora llevaba puesta una corona de hojas e irradiaba serenidad. Le preguntó a Byrting:

―Responde a esto, y piensa bien la respuesta: ¿En qué país has nacido? ¿En qué corte quieres vivir?

―He nacido en Beiarland ―respondió el caballero―, allí en la corte he vivido. Allí vivió mi amada y allí quiero morir.

Al oír esto, la joven pidió a una sirvienta:

―Ve y trae una copa del hidromiel del olvido.

Cuando la sirvienta hubo traído la copa, la joven ordenó a Byrting beber de ella. Apenas hubieron tocado sus labios el líquido que contenía, le volvió a preguntar.

―¿En qué país has nacido?¿En donde quieres vivir?

―He nacido lejos de aquí, pero ahora pertenezco al Reino de los Elfos, en donde quiero vivir y morir. En donde está mi amor.

LEYENDA DE LOS TEMBLORES



Hace muchos años atrás se cuenta que existió una serpiente de cascabel, era muy larga y colorida. Cuando avanzaba se arrastraba como lo hace cualquier serpiente, pero ella parecía un arcoiris retorciéndose en el piso, y ese sonido de su cola era muy llamativo, sin contar que era de agua transparente como la de los manantiales.

Por donde pasaba quitaba la sed a los árboles y plantas, o a lo que se encontraba a su paso, a donde fuera dejaba ver su bondad, dejando el bien por donde sea que pasará.
Se dice que el día en que los humanos pelearon por primera vez, la serpiente desapareció, nadie sabía nada ni la habían visto por ningún lado, fue muy notoria su desaparición porque todo comenzó a secarse, las plantas las flores salvajes, todo.

Después, cuando los hombres dejaron de pelear, poco tiempo después la serpiente volvió aparecer, todo volvió a estar lleno de agua gracias a la serpiente y los árboles y plantíos dieron sus frutos y en los hombres se notaba la alegría de su regreso.

Hubo una ocasión en que los hombres tuvieron una discusión más fuerte, se pelearon y no sólo fue por unos días, sino por muchos años, así que está vez la serpiente desapareció y no regreso nunca.

Según dice la leyenda, no desapareció, sí no que ya no vivió con los hombres, no le gustaba que pelearan y decidió irse a vivir al fondo de la tierra, sigue viva, y de vez en cuando se asoma para ver como siguen los humanos, cuando se mueve bajo la tierra hace que tiemble y así se formen grietas, y en ellas es por donde se asoma, mira que siguen igual y regresa al fondo de la tierra, hasta que desaparece otra vez.

LEYENDA NEMURINEKO



Hace mucho, mucho tiempo, viajaba un escultor llamado Sakichi.

Sakichi quería hospedarse en un hotel pero no tenía dinero, entonces se dirigió al hotelero y le dijo: " Yo no tengo dinero pero en su lugar le puedo hacer una escultura."

El hotelero le permitó quedarse y Sakichi así lo hizo.

Al día siguiente Sakichi le entregó una escultura de un dios.

El hotelero exclamó: "¡Esta es una escultura magnífica!"

Por ese entonces se estaba construyendo en "Nikkotoushougu" en donde se encontraba un escultor muy famoso.

El escultor se llamaba Jingoro Hidari.

El hotelero presentó a Sakichi ante Jingoro para que trabaje con él.

Sakichi estaba muy contento y pensó: "Voy a trabajar con mucho ahínco."

Jingoro se dirigió a Sakichi: "Voy a cincelar un dragón y tú cincela un gato en la puerta."

Todos trabajaron muy arduamente y la noche en que acabaron con las obras en Nikkoutoushougu hicieron una fiesta.

Todos estaban muy contentos y cantaron, danzaron y tomaron.

Esa noche todos estaban muy cansados y se durmieron sin comer la rica comida que había.

A la mañana siguiente se sorprendieron mucho al ver que alguien se había comido todo sin dejar ni una pizca.

"¿Tú comiste?"

"¡Yo no!"

Jingoro y Sakichi se miraron el uno al otro y se dirigieron con paso rápido a la puerta.

En ese lugar estaba el gato que Sakichi había cincelado y unas comidas alrededor de él.

Jingoro transformó al gato en un gato durmiendo y le dijo a Sakichi: "Este gato es magnífico. Probablemente su alma entró y salió por aquí. Pero ya no hay peligro."

Este gato se llama "Nemurineko" y todavía está durmiendo en Nikkotoushougu.

LEYENDA LA CIERVA DORADA



(vieja leyenda tradicional celta)

Durante una de sus famosas cacerías, Finn Mc Cumhaill, vio cruzar repentinamente en la senda que seguían, a una hermosa cierva dorada.

Los perros se lanzaran en su persecución y luego de varias horas, en un fresco valle, la cierva, sin duda muy cansada por la carrera, se detuvo y cayó al suelo.

Como era de esperar, los perros se lanzaron hacia ella, pero para asombro del cazador, en lugar de atacarla, comenzaron a jugar a su alrededor, lamiendo su cara y su cuello.

Finn, asombrado por la situación, dio órdenes de que nadie la dañara, y todos comenzaron el regreso hacia el castillo, con la cierva y los perros jugando amorosamente mientras los seguían.

Esa noche, Finn despertó sobresaltado. Junto a su cama, la mujer más bella que jamás se hubiera visto le hablaba: - Yo soy Sadv, - le dijo- soy la cierva que seguiste hoy. Como no quise brindarle mi amor al druida del Pueblo de las Hadas, me hechizó condenándome a llevar esa forma, de esto hace ya tres años. Pero uno de sus aprendices, un buen amigo, me dijo que si lograba despertar la compasión de algún caballero, recuperaría mi forma original.

Sadv, no solo había logrado la compasión de Finn, en el momento en que la vio, él se había enamorado perdidamente de ella.

Juntos vivieron hasta que una mañana le llegó la noticia de que se avecinaba un ataque por mar; los Hombres del Norte se encontraban en la bahía de Dublín y venían hacia su dominio.

Sólo siete días permaneció Finn fuera de su casa. Al regresar, no vio a Sadv esperándolo, entonces preguntó a sus sirvientes por ella. el más fiel y servicial, con mucha pena le dijo: - Anteayer, nos pareció veros llegar, y todos nos apresuramos hacia el portal, pero en cuanto la Reina Sadv lo cruzó, un fantasma apareció la cubrió con niebla y en su lugar sólo quedó una cierva dorada. Los perros la acosaron y no le permitieron volver al portal, obligándola a huir hacia el bosque. No la volvimos a ver más.

Finn se estrujó las manos, y se retiró con muchísimo pesar a sus habitaciones, durante siete años la buscó por toda Irlanda.

Finalmente, siguiendo un rastro de jabalíes en los montes de Ben Gulbann, oyó que los perros ladraban furiosamente. Allí descubrió un niño desnudo, de largos cabellos rubios.

Finn y sus hombres alejaron a los perros, y condujeron al niño al castillo. Cuando pudo hablar, contó que nunca había conocido a sus padres, sino sólo a una bella cierva dorada, con quien había vivido en un valle profundo y hermoso hasta que una tarde descendió una niebla espesa, cubrió a la cierva, y la hizo desaparecer de su lado.

Finn comprendió que la cierva no era otra que su amada Sadv, y este niño, su hijo.

viernes, 5 de septiembre de 2014

LEYENDA DE LA PEQUEÑA LUCIERNAGA



Había una vez una comunidad de luciérnagas que vivía en el interior del tronco de un altísimo lampati, uno de los árboles más majestuosos y viejos de Tailandia. Cada anochecer, cuando todo se quedaba a oscuras y en silencio y sólo se oía el murmullo del cercano río, todas las luciérnagas abandonaban el árbol para llenar el cielo de destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces bailando en el aire para crear un sinfín de centelleos luminosos más brillantes y espectaculares que los de un castillo de fuegos artificiales.

Pero entre todas las luciérnagas que habitaban en el lampati, había una muy pequeñita a la que no le gustaba salir a volar.
—No, no, hoy tampoco quiero salir a volar —decía todos los días la pequeña luciérnaga—. Id vosotros que yo estoy muy bien en casita.
Tanto sus abuelos, como sus padres, hermanos y amigos, esperaban con ansiedad a que llegara la noche para salir de casa y brillar en la oscuridad. Se lo pasaban tan bien que no comprendían cómo la pequeña luciérnaga no les acompañaba nunca. Le insistían una y otra vez para que fuera con ellas a volar, pero no había manera de convencerla. La pequeña luciérnaga siempre se negaba.
— ¡Qué no quiero salir a volar! —Repetía la pequeña luciérnaga—. ¡Mira que sois pesados, eh!
Toda la comunidad de luciérnagas estaba muy preocupada por la actitud de la pequeña.
—Hemos de hacer algo con esta hija —decía su madre angustiada—. No puede ser que la pequeña no quiera salir nunca de casa.
—No te preocupes, mujer —añadía su padre intentando calmarla—. Ya verás como todo se arregla y cualquier día de éstos sale a volar con nosotros:
Pero pasaban los días y la pequeña luciérnaga seguía encerrada sin salir de casa.
Un anochecer, cuando todas las luciérnagas habían salido a volar, la abuela luciérnaga se acercó a la pequeña y le preguntó con toda la delicadeza del mundo:
— ¿Qué te sucede, mi pequeña niña? ¿Por qué nunca quieres salir de casa? ¿Cuál es la razón por la que nunca quieres venir a volar e iluminar la noche con nosotros?
— No me gusta volar —respondió la pequeña luciérnaga.
—Pero ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu luz? —insistió la abuela.
—Pues. —Explicó por fin la pequeña luciérnaga—, para qué he de salir si con la luz que tengo nunca podré brillar como la luna. La luna es grande y brillante y yo a su lado no soy nada. Soy tan pequeñita que a su lado no soy más que una ridícula chispita. Por eso nunca quiero salir de casa y volar, porque nunca brillaré como la luna.
La abuela escuchó con atención las razones que le dio la pequeña luciérnaga.
—¡Ay, mi niña! —Dijo con una sonrisa—. Hay una cosa de la luna que has de saber y que, por lo visto, desconoces. Y lo sabrías si al menos salieras de casa de vez en cuando. Pero como no es así, pues, claro, no lo sabes.
— ¿Qué es lo que debo saber de la luna y que no sé? —preguntó la pequeña luciérnaga presa de la curiosidad.
—Has de saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches —Respondió la abuela—. La luna es tan variable que cambia todos los días. Hay noches en que está radiante, redonda como una pelota brillando desde lo más alto del cielo. Pero, en cambio, hay otros días en que se esconde, su brillo desaparece y deja al mundo sumido en la más profunda oscuridad.
— ¿De veras que hay noches en que se esconde la luna? —se sorprendió la pequeña.
— ¡Que sí, mi niña! —continuó explicando la abuela—. La luna cambia constantemente. Hay veces que crece y otras que se hace pequeña. Hay noches en que es enorme, de un color rojo, y otros días en que se hace invisible y desaparece entre las sombras o detrás de las nubes. La luna cambia constantemente y no siempre brilla con la misma intensidad. En cambio tú, pequeña luciérnaga, siempre brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz.
La pequeña luciérnaga se quedó asombrada ante las explicaciones de la abuela. Nunca se habría podido imaginar que la luna fuera tan variable que brillaba o que se apagaba según los días. Ya partir de entonces, la pequeña luciérnaga salió cada noche del interior del gran lampati para salir a volar con su familia y sus amigos. Y así fue cómo la pequeña luciérnaga aprendió que cada uno ha de brillar con su propia luz.

LEYENDA DEL ORIGEN DEL JAPON Y DE SU DINASTIA IMPERIAL



Hace miles y miles de años no se distinguían la tierra y el cielo. Todo era un caos. Sólo los dioses podían vivir; de éstos, todavía hoy se recuerdan los nombres de Izanagi y su esposa Izanami. Conocieron el amor observando a una pareja de pájaros, y en esta actitud contemplativa están representados en la mayoría de las famosas lacas japonesas. Un día decidieron separar la tierra del cielo; bajaron por el puente celeste y, poco después hacían la separación. Más tarde, Izanagi tomó su lanza y la sumergió violentamente en el mar; brotaron innumerables gotas que se extendieron por toda la costa, y al instante surgieron de ellas las trescientas ochenta y siete islas que forman el Japón.
La divina pareja tuvo varios hijos. Cuando Izanami dio a luz al dios del Fuego, murió. Su esposo, inconsolable, entró en el reino de los muertos para buscarla; por fin la encontró, y la abrazó tan fuertemente, que la deshizo. Izanami se transformó en un montón de carne putrefacta y se desparramó por el suelo. Izanagi se lavó en un lago, para purificarse, y poco después se retiró para siempre a una isla solitaria.
Y sucedió que cierto día quiso el Sol crear un pueblo que fuera superior a todos los demás, para que habitara aquellas hermosas islas, y tomando un haz de sus propios rayos, formó una encantadora mujer, a la que llamó Amaterasu, que quiere decir «diosa de la luz». Cuando la hubo creado, le dio el poder de ser diosa y madre del nuevo pueblo.
Para que no se encontrara sola, bajó con ella del cielo un brillante cortejo de dioses, de los que únicamente se recuerdan los nombres de Ame-No-Uzume, diosa de la Alegría, y Ame-No-Moto, o Susanoo, dios de la Fuerza.
Fue pasando el tiempo; en aquellas islas todo era alegría y bienestar, y un gran pueblo las iba llenando poco a poco. Servían con gran fidelidad a la divina Amaterasu, y cuando llegaba la mañana de cada día adoraban con humildad al Sol naciente.
Pero aquella felicidad incomparable iba a ser turbada por el carácter violento y rebelde de Ono-Mikoto, uno de los príncipes de la corte de Amaterasu, y también de origen divino. Para enojar a la diosa, decidió matar cierto cervatillo por el que Amaterasu sentía gran cariño. Cuando lo hubo hecho, entró en el salón donde estaba la Reina y lo arrojó contra el bastidor en el que la diosa bordaba; con tanta fuerza, que rompió su labor y fue a caer sobre sus pies. Amaterasu se quedó asombrada; un profundo dolor embargó su ánimo, y por vez primera lágrimas amargas asomaron a sus negros ojos y bañaron sus mejillas de rosa. Tanta pena le produjo, que pensó huir del palacio, y ocultarse de la vista de los mortales, puesto que al conocer el dolor, el mundo y la vida misma le parecían despreciables. Y así lo hizo. Una noche, cuando todos dormían en su palacio, se fue hacia el monte. Sola, como una sombra más entre las infinitas de la noche, anduvo largo tiempo, hasta que llegó a una profunda gruta. Entró en ella, y para que nadie fuera a buscarla, tapó su entrada con una enorme roca.
Así transcurrió mucho tiempo.
Aquellas islas, al no estar iluminadas por la luz de Amaterasu, quedaron sumidas en negras tinieblas. También desapareció la luz de las almas de sus habitantes; todos estaban tristes y no sabían qué hacer. Entonces los dioses decidieron traer junto a ellos a la diosa.
Para esta empresa tenían que valerse de todo su ingenio, porque ya sabían que su Reina era firme en todas las decisiones que tomaba. Así, pues, organizaron un brillante cortejo; los mejores músicos, creadores de las más dulces melodías, formaban parte de él. Anduvieron largo rato por el bosque, hasta que por fin llegaron ante la gruta donde se encontraba Amaterasu. Una vez allí, formaron todos un gran círculo. Los músicos empezaron a tocar. Los trinos de los pájaros se fundían con las canciones; parecía que el bosque estuviera encantado. Apenas había empezado a oírse la música, uno de los dioses dijo a la diosa Ame-No-­Uzume que saliera a bailar, y así lo hizo. Más hermosa que nunca, vestida con deslumbradoras túnicas, comenzó a danzar al son de la música. Sus manos dibujaban en el aire extrañas figuras y su cuerpo se movía con mágico encanto. Los dioses y todos los que integraban el cortejo, admirados de tanta belleza, no cesaban de alabar la hermosura de Ame-­No-Uzume y su maestría en la danza.
Entonces Amaterasu, extrañada de oír aquella música, sin saber de dónde venía y, sobre todo, los elogios tributados a la bella danzarina, sintió deseos de ver a qué era debido todo aquello. Poco a poco, fue acercándose a la entrada de la gruta, y para contemplar mejor lo que sucedía ante ella, corrió un poco la pesada roca que tapaba la entrada de su retiro. En aquel instante, uno de los dioses que esperaba ante la gruta tal momento, se cogió con fuerza a la roca y la retiró a un lado, dejando libre la entrada. Amaterasu se quedó maravillada ante el espectáculo que tenía ante sus ojos. Algo, sin embargo, le molestaba. No podía sufrir que los dioses admiraran tanto la belleza de Ame-No-Uzume. Y éstos, para que no se disgustara y accediese a marchar con ellos, le dieron un espejo para que pudiera contemplarse y comprobar por sí misma que era la más hermosa de todas las mujeres. Una vez tranquilizada, Amaterasu tuvo a bien acceder a la súplica de todos sus súbditos y volvió a reinar sobre ellos.
El dios Susanoo, que se había rebelado contra ella, fue expulsado del reino y se le dio el imperio de los mares, en uno de los cuales mató de un solo tajo de su espada a un gigantesco dragón de ocho cabezas.
De esta manera, la paz y la felicidad volvieron a reinar en las islas japonesas. El nieto de Amaterasu, llamado Jinmutenno, ocupó el trono imperial y fue el primer mikado o emperador de nombre conocido. Como atributos de su realeza, la diosa le entregó el espejo donde ella se miró al salir de la gruta, la espada con la que Susanoo mató al dragón de ocho cabezas y una joya. Estos objetos han sido conservados por todos los emperadores que fueron sucediendo a Jinmutenno y aunque nadie - ni el propio mikado - los ha visto, se conservan envueltos en innumerables sedas en un templo no lejos de Tokio.
De Jinmutenno, sin interrupción, descienden, a través de 2.600 años, todos los emperadores del pueblo japonés.
En cuanto a la diosa Amaterasu, viendo asegurada su dinastía en el trono imperial, pidió a su padre, el Sol, que la llevara junto a él y, envuelta en su luz, se fue a su lado; allí permanece desde entonces, y, transformada en rayos luminosos, vela siempre sobre su pueblo.

LEYENDA CHINA DE LA FUENTE



Dice la leyenda que en una aldea vivía un sabio ermitaño, que solía sentarse junto a una fuente y atendía las consultas de la gente. Se decía de él que conocía el futuro, y su fama se extendió por todo el Imperio.
Un día llegó a su lado un soldado, muy joven, muy aristócrata, muy orgulloso y muy borracho, y le exigió que le revelara la identidad de su futura esposa. El ermitaño se resistió a hacerlo, pero ante las amenazas del joven borracho no le quedó más remedio que obedecer. Tras meditar largo rato, le dijo:
-La que será tu esposa vive aquí mismo.
-¿Aquí? ¿Quién es? ¡Quiero verla! ¡Quiero verla ahora mismo!
El ermitaño volvió a resistirse, pero al final no tuvo otro remedio que acompañar al soldado hasta la plaza de la aldea, donde aquel día había mercado. Esperaron juntos un tiempo, hasta que el sabio anciano señaló:
-Mira, ahí está.
El joven observó atentamente, pero sólo vio a una chica vestida de campesina que llevaba un bebé en brazos. Por mucho que miró, era la única mujer que había por allí. Entonces, el orgullo y el alcohol se combinaron en él, y gritó:
-¡¿Qué?! ¿Esa va a ser mi esposa? ¿Una miserable campesina que encima ni siquiera es ya virgen? ¡Ni pensarlo, no lo consentiré!
Y, dicho eso, desenvainó su espada y se lanzó entre el gentío. Hubo gritos de horror, y, poco después, el soldado había desaparecido dejando tras de sí a la chica y al bebé bañados en sangre.
A pesar de lo ocurrido, el joven soldado no tenía mal fondo. Cuando se le pasó la mona, se sintió tan horrorizado por lo que había hecho (sobre todo por el bebé que no volvió a beber jamás, y desde entonces intentó siempre ayudar a los demás, en vez de aplastarlos en nombre de una pretendida superioridad. También se fue de la aldea, y recorrió todo el Imperio buscando redimirse.
Quince años después había logrado hacer las paces con su conciencia hasta el punto de que regresó a la aldea donde había cometido su crimen. El viejo y sabio ermitaño había muerto, y nadie parecía recordar el hecho.
Se estableció allí, y pronto hizo amistad con uno de los terratenientes. Éste tenía una hija de diecisiete años de la que nuestro soldado se enamoró. Pidió a la joven en matrimonio y su padre se la concedió muy gustoso.
La muchacha era una auténtica belleza, que tenía la costumbre de llevar alrededor de la frente una cinta de seda. Él nunca la había visto sin ella, y le gustaban, pero cuando, en su noche de bodas, vio que la seguía llevando, quiso quitársela. Ella se resistió todo lo que una educada esposa china podía, pero acabó perdiendo. Sólo entonces vio el soldado que su preciosa mujer tenía una horrible cicatriz en la frente.
-¿Quién te hizo eso? ¡Dime quién ha sido, y le mataré!
La pobre chica se echó a llorar desconsoladamente.
-Perdóname, esposo. Debí decírtelo antes, pero me dijeron que no lo hiciera, que te perdería. Cuando yo tenía dos años, mi nodriza me llevó al mercado. Un loco nos atacó, la mató a ella, y a mí me dejó desfigurada de por vida. ¡Por favor, esposo, no me rechaces!
Entonces el soldado supo que el sabio ermitaño no se había equivocado en su predicción, sino que él la había entendido mal. Y fue muy feliz con su esposa.
La fuente continúa allí, y las parejas de enamorados van a consultar al espíritu del ermitaño sobre su futuro juntos

LEYENDA DE LOS OCHO SOLES



En Laos, un país asiático, existe un cuento que dice que hace muchos años había ocho soles que iluminaban la Tierra ¿quieres saber que ocurrió para que sólo tengamos uno ahora?

Hace mucho tiempo, la Tierra estaba iluminada por ocho soles.

La radiante luz deslumbraba a los hombres y el inmenso calor secaba la tierra. Un día los hombres decidieron que ocho soles eran demasiados para iluminar la tierra y que con uno sólo bastaría.

¡Vamos a cazar siete, les vamos a meter miedo y se apagarán! - pactaron los hombres

Fueron a buscar a un buen arquero, el que mejor puntería tenía.

Al disparar sus flechas los soles se asustarían y se apagarían.

Al disparar la primera flecha, un sol se apagó. Disparó una segunda y otro desapareció.

Y así fue hasta llegar a la séptima flecha, que hizo que se apagara el séptimo sol pero también el octavo y último.

Entonces la oscuridad reinó en la tierra, la tierra era sombría y fría y los hombres desgraciados.

Necesitaban la luz del Sol para vivir. -Tenemos que hacer volver al último sol- se lamentaban las mujeres.-Tiene miedo de nosotros- respondían los hombres -En este caso- contestaron las mujeres -pediremos a los animales que nos ayuden a hacer volver al Sol.

Hicieron venir a una vaca, que mugió y mugió pero el sol no vino.

Llamaron entonces a un tigre, que estuvo rugiendo mucho rato.

Los hombres y las mujeres temblaban de miedo y seguramente el sol también tuvo miedo porque no apareció.

Hicieron venir a un búho que ululó toda la noche, pero el sol tampoco apareció.

Sí que lo hizo en cambio una luna blanca que iluminó la Tierra.

Entonces los hombres y las mujeres llamaron al gallo.

Se puso a cantar tan fuerte que su cresta se enrojeció.

Pero siguió cantando y cantando con toda su garganta.

Entonces, tímidamente, una luz amarilla y cálida apareció sobre la Tierra.

Era un sol que despuntaba sobre la línea del horizonte.

Poco a poco, mientras el gallo seguía cantando, el Sol se iba alzando en el cielo e iluminaba las caras de todos aquellos que lo esperaban.

Y desde ese momento cada mañana el gallo llama al Sol para que ilumine la Tierra.

LEYENDA LA FLOR DE LA HONESTIDAD




"... Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en un Reino lejano, un Príncipe de la región norte del país estaba por ser coronado Rey, pero de acuerdo con la ley, él debía casarse. Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.

Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe, pero pensaba que su hija no estaría a la altura del desafío. Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la celebración.

Sin poder creerlo le preguntó: "¿Hija mía, qué vas a hacer allá?

Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza, sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura".

Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Todo parece indicar que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca de mi amado Príncipe. Esto me hará feliz"

Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el Príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de ustedes una semilla, aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses, será escogida por mí, esposa y futura Reina".

La propuesta del Príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, además de las costumbres, amistades, relaciones, etc.

El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes de la jardinería, pero cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado.

Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era más profundo. Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado.

Consciente de su esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del Príncipe por unos momentos.

En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas, tamaños y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.

Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa.

Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada. Entonces, con calma el Príncipe explicó: "Ésta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en mi Esposa y Reina: La flor de la honestidad, todas las semillas que entregué eran estériles".

LEYENDA DE YGGDRASIL



Yggdrasil, Yggdrasill o Igdrasil es un fresno perenne: el árbol de la vida, o fresno del universo, en la mitología nórdica. Sus raíces y ramas mantienen unidos los diferentes mundos: Asgard, Midgard, Helheim, Niflheim, Muspellheim, Svartalfheim, Alfheim, Vanaheim y Jötunheim. De su raíz emana la fuente que llena el pozo del conocimiento, custodiado por Mímir.

A los pies del árbol se encontraba el dios Heimdall que era el encargado de protegerlo de los ataques del dragón Níðhöggr y de una multitud de gusanos que trataban de corroer sus raíces y derrocar a los dioses a los que este representaba. Pero también contaba con la ayuda de las nornas que lo cuidaban regándolo con las aguas del pozo de Urd. Un puente unía el Yggdrasil con la morada de los dioses, el Bifröst, el arco iris, todos los dioses cruzaban por él para entrar en el Midgard.

Yggdrasil rezuma miel y cobija a un águila sin nombre que entre sus ojos tiene un halcón que se llama Veðrfölnir, a una ardilla llamada Ratatösk, a un dragón llamado Níðhöggr y a cuatro ciervos, Dáinn, Dvalin, Duneyrr y Duraþrór. Cerca de sus raíces habitan las nornas.


Los Nueve Reinos o Mundos del Yggdrasil

Para los nórdicos, el mundo del hombre era nada más una rama del gran Yggdrasil, el fresno del mundo. Nueve mundos posee Yggdrasil, y por ellos pasó Odín antes de obtener el secreto de las runas. El árbol se divide en tres partes. Niflheim, Midgard y Asgard (raíz, tronco y copa, respectivamente), se puede notar en esto la representación del ciclo de nacimiento, vida y muerte que ya se siente en las nornas.

Las raíces son tres. La primera se dirige hacia la Fuente de Hvergelmir. La segunda a la fuente de Mimir. La última a la Casa de las Nornas, el Destino. Los mundos son los siguientes por orden ascendente:

Helheim, el Reino de los muertos.
Svartálfaheim, el Reino de los elfos oscuros
Niflheim, el Reino de las nieblas y el terror.
Jötunheim, el Reino de los gigantes.
Midgard, el Reino de los Hombres (también conocido como Mannaheim).
Vanaheim, el Reino de los Vanir (la tribu de los dioses de la naturaleza y de la fertilidad).
Alfheim, el Reino de los elfos de la Luz (también conocido como Ljusalfheim).
Asgard, el Reino de los Dioses (Aesir).
Muspelheim, el mundo primordial de fuego, allí se encuentra el Ginnungagap.




Níðhögg

Nidhogg o Nidhug (nórdico antiguo: Níðhöggr), en la mitología nórdica, es un dragón que vive en el Niflheim donde crece una de las raíces del árbol Yggdrasil, la cual roe sin cesar hasta que venga el Ragnarök y todo se destruya. Luego de la regeneración, Nidhogg atormentará las almas humanas que hayan quedado en el Niflheim.

Mientras éste vive en las raíces de Yggdrasil, Ratatösk corre de arriba para abajo llevando los cotilleos entre el águila sin nombre y el halcón Veðrfölnir, ambos en la cima de Yggdrasil, hacia Nidhogg, esperando causar trifulcas entre ellos.




Nornas

Las nornas viven bajo las raíces del fresno Yggdrasil, el árbol del mundo en el centro del cosmos, donde tejen los tapices de los destinos y riegan el fresno con las aguas y la arcilla provenientes del pozo de Urd para que éste no pierda su verdor ni se pudra. La vida de cada persona es un hilo en su telar, y la longitud de cada cuerda es la duración de la vida de dicha persona.

De esta manera, todo está preordenado en la religión nórdica: incluso los dioses tienen sus propios tapices, aunque las nornas no se los dejan ver. Este claro sometimiento de los dioses a un poder fuera de su control y la implicación de que ellos, también, tendrán un final algún día, son temas trascendentes en la literatura que rodea la mitología nórdica.

Tres de ellas son las principales, a Urðr o Urd, la mas anciana, le atribuían el pasado, a Verðandi o Verdandi al ser una mujer joven y muy hermosa , el presente y a Skuld como nadie sabia como era su rostro ya que se encargaba de cubrirlo con un velo le atribuyen el futuro. A Skuld también se la podía ver cumpliendo el rol de valquiria.

Aunque estas damas eran seres muy importantes no podían cambiar el destino de nadie pero conocían cada detalle de la vida de cada persona desde el momento de su nacimiento. Su pasado, su presente y su futuro.

LEYENDA DE SKÖLL Y HATI



El mal siempre sigue de cerca los pasos del bien con la intención de eliminarlo de la Tierra…
Los nórdicos decían que tanto la diosa Sol como Mani (la Luna) eran perseguidas por dos feroces lobos, Sköll y Hati de los cuales se decía que eran los hermanos de Fenrir, el lobo causante del Ragnarök, el fin de los tiempos.

Su único objetivo era devorar a los brillantes y hermosos objetos que perseguían, Sköll perseguía a Sol montado en el carro tirado por los corceles los caballos Árvakr y Alsviðr,y Hati a Mani, para que el mundo volviera a estar envuelto en su oscuridad inicial. Pero pendía de ellos una maldición hecha por Odín: solo serian capaces de alcanzarlos y destrozar los carros celestiales cuando llegara el Ragnarök.

Se decía que a veces lograban alcanzarlos, produciendo eclipses. Entonces la gente aterrorizada provocaba un estruendo ensordecedor y los lobos asustados por el ruido las soltaban de sus mandíbulas. Una vez libres de nuevo, Sol y Mani reanudaban su camino, perseguidas velozmente por los hambrientos monstruos a través de su estela, alternando el día y la noche, esperando con ansia el momento en el que sus esfuerzos se vieran recompensados con el fin del mundo…

La gente de la tierra los llama estrellas caídas. Se dice, que en el tiempo de Ragnarok, el fin del mundo, Hati alcanzará la luna y la romperá con sus garras.

Hati también es conocido como Mánagarm, es llamado el “perro de la Luna”, que se sacia con la carne de los que han muerto. Está presente el aspecto del perro no sólo como acompañante y guardián del Reino de los Muertos sino también en su función de carroñero. El significado de estos los fieros lobos vikingos es para Sköll (repulsión) y para Hati (odio).