martes, 5 de marzo de 2013

LEYENDA LA PERLA DEL DRAGÓN



Habitaba en la isla de Borneo, en la montaña más alta de la isla Kinabalu, un pacífico dragón que custodiaba celosamente una preciosa perla. Todos los días jugaba con ella; la lanzaba al aire y la recogía con la boca. Se sentía dichoso con su exquisita perla y no pedía nada más a sus días. Muchos habían intentado en vano arrebatarle su tesoro, ya que el dragón no estaba dispuesto a perder su única posesión.

No obstante, el emperador de China estaba dispuesto a retar al pacífico dragón y solicitó a su primogénito, el príncipe heredero, que consiguiera la perla para el tesoro imperial. Tras varios días de travesía, el príncipe divisó la montaña y, en su cima, al juguetón dragón. Ideó un plan para arrebatarle la perla sin correr peligro. Ordenó a sus hombres que construyeran una cometa capaz de soportar el peso de un hombre y una linterna de papel.

Tras siete días de arduo trabajo, los hombres del príncipe acabaron la cometa, la más hermosa jamás vista. Al caer la noche, montó en la cometa y voló a lo alto de la montaña. Se adentró sigilosamente en la cueva. El dragón dormía profundamente, portando en sus patas la preciada perla. Con sumo cuidado, le arrebató la joya y en su lugar dejó la linterna de papel. Hizo una señal a sus hombres para que recogieran la cuerda de la cometa. Aterrizó, sano y salvo, en la cubierta del barco.

Rápidamente, mandó izar las anclas y el barco zarpó a la mar, aprovechando una suave brisa. Cuando el dragón despertó, descubrió que le habían arrebatado la perla, dejándole una linterna de papel. Estalló en cólera. Comenzó a echar fuego y humo por la boca y se lanzó montaña abajo para atrapar a los ladrones. Rastreó todos los rincones de la isla, hasta que divisó en alta mar un junco chino. Se precipitó hacia el navío y gritó con todas sus fuerzas: “¡devolvedme mi perla!” Los marineros estaban aterrorizados.

El príncipe, en un intento desesperado por zafarse del dragón, mandó cargar el cañón más grande y disparó contra su furioso perseguidor. El dragón vio como entre la nube de pólvora salía una bola y pensó que era su perla. Abrió la boca para recoger su joya… Y se hundió en las profundidades del mar. El príncipe y sus hombres regresaron triunfantes, y la perla se convirtió en la joya más preciada del Reino de China.

LEYENDA CIELO E INFIERNO



En aquel tiempo, dice una antigua leyenda china, un discípulo preguntó al maestro: "¿Cuál es la diferencia entre el cielo y el infierno?".

El maestro le respondió: "Es muy pequeña, sin embargo tiene grandes consecuencias.Ven, te mostraré el infierno".

Entraron en una habitación donde un grupo de personas estaba sentado alrededor de un gran recipiente con arroz. Todos estaban hambrientos y desesperados. Cada uno tenía una cuchara tomada fijamente desde su extremo, que llegaba hasta la olla. Pero cada cuchara tenía un mango tan largo que no podían llevársela a la boca. La desesperación y el sufrimiento eran terribles.

"Ven", dijo el maestro después de un rato. "Ahora te mostraré el cielo". Entraron en otra habitación idéntica a la primera, con la olla de arroz. El grupo de gente, las mismas cucharas largas; pero allí todos estaban felices y alimentados.

"No comprendo" dijo el discípulo "¿Por qué están tan felices aquí, mientras son desgraciados en la otra habitación, si todo es lo mismo?" El Maestro sonrió. "Ah... ¿no te has dado cuenta?

Como las cucharas tienen los mangos largos, no permitiéndoles llevar la comida a su propia boca, aquí han aprendido a alimentarse unos a otros".

lunes, 4 de marzo de 2013

LEYENDA DE KUCHISAKE-ONNA


Kuchisake-onna (la mujer con la boca cortada) es una leyenda de la mitología japonesa. Trata sobre una mujer que fue asesinada y desfigurada por su esposo, convirtiéndose en un yokai (espíritu demoníaco) que regresó para vengarse.

La leyenda dice que hace mucho tiempo había una preciosa pero vanidosa mujer que se casó con un samurai. La bellísima mujer era pretendida por muchos hombres y acostumbraba a engañar a su marido. El samurai sabía de las infidelidades de su esposa por lo que un día en un ataque de celos y furia le cortó la boca de un lado a otro mientras gritaba:
¿Piensas que eres hermosa?

¿Quién va a pensar que eres hermosa ahora?
Se dice que desde entonces una mujer con la cara tapada, por una máscara como la que usan los cirujanos, vaga por las calles de Japón. Cuando encuentra a un hombre joven (mujeres según otras versiones) se acerca y les pregunta con el rostro cubierto:
¿Soy hermosa? (¿Atashi kirei?.)
Recordemos que en Japón el uso de máscaras para evitar enfermedades y no respirar el aire contaminado es bastante habitual, por lo que los chicos normalmente al ver sus bonitos ojos y sus suaves rasgos responden que SÍ. En ese momento la mujer retira la máscara dejando al descubierto la horrible hendidura que se extiende de oreja a oreja con una escalofriante sonrisa. Y les pregunta de nuevo:

¿Y ahora? (¿Kore Demo?).

Todo aquel que dice que NO, se asusta, grita o muestra el miedo en su cara es atacado por el espíritu que con unas tijeras gigantes les corta la cabeza.

Sí la víctima responde de nuevo que sí ”solamente” le cortará la boca de lado a lado para que sufra su misma suerte. En otras versiones si respondes afirmativamente las dos veces la mujer te seguirá hasta la puerta de casa donde te asesinará igualmente, ya que “kirei” en japonés para hermosa o linda es muy parecido a decir “kire” que significa cortar.

Existen otras versiones en las que si respondes que “Sí” cuando ella se quita la máscara, te dará un brillante y valioso rubí cubierto de sangre y se irá.

Es imposible escapar de Kuchisake-Onna, puedes salir corriendo pero aparecerá frente a ti de nuevo. Hay varias formas de escapar que varían según la versión de la leyenda:

- Puedes contestar con otra pregunta: ¿Y yo? ¿Soy hermoso? Eso confundirá al espíritu que se quedará pensativo dándote tiempo a escapar.

- También puedes llevar dulces contigo y se los tiras o simplemente se los ofreces quedará contenta con el regalo y te permitirá marcharte.

LEYENDA DE KAGUYA-HIME


Había una vez un anciano llamado Taketori-no-Okina ("anciano cortador de bambú") que vivía con su esposa. Un día fue a una plantación de bambú para recolectar brotes. Cuidadosamente cortó el bambú y se quedó asombrado al encontrar a un precioso bebé en el interior. Era una niña. Taketori decidió recogerla y llevarla a su casa.

- Mira lo que he encontrado - dijo llorando el anciano mientras le mostraba a la pequeña niña que encontró dentro del bambú a su esposa.

La viejita respondió:

- Ciertamente son los dioses los que nos han mandado a esta encantadora niña.

Decidieron quedarse con la niña y la llamaron Kaguya-Hime, la Princesa de la Luz Brillante.

La pequeña niña creció muy rápidamente y con el tiempo se volvió muy hermosa. Cuando el anciano o su esposa estaban cansados o de mal humor, solo les bastaba con ver a la niña para sentirse bien nuevamente. Ellos vivían muy felices con Kaguya Hime, a la que querían como si fuera su propia hija. Además, desde el mismo día en que había encontrado a la pequeña, siempre que Taketori cortaba un bambú encontraba oro dentro de él. Gracias a esto, pronto se hizo rico y pudo permitirse el lujo de construir una gran casa en la que vivir cómodamente con su anciana esposa.

Cuando Kaguya Hime creció, se convirtió en una mujer de gran belleza, que se hizo muy famosa en todo el mundo por su elegancia y hermosura, a pesar de que el anciano no permitía que su preciosa princesa saliera de casa. Cinco príncipes llegaron a su casa para pedir la mano de Kaguya en matrimonio. Pero ella era reacia a casarse, así que les propuso a sus pretendientes varias tareas imposibles para llevar a cabo antes de conseguir casarse con ella.
A su primer pretendiente, Kaguya le encargó traer el caliz sagrado de Buda que se encontraba en La India. Al segundo príncipe le encargó recuperar una legendaria rama hecha de plata y oro. El tercero tenía que intentar conseguir al legendario vestido del ratón de sol que se dice que está en China. Al cuarto le pidió que le trajera una joya de colores que brillaba al cuello de un dragón. Al último príncipe, le encargó una concha preciosa que las golondrinas guardaban como un tesoro. Esto desilusionó mucho a los pretendientes, pues la princesa les había pedido objetos que nadie sabía si existían realmente. Aún así decidieron intentarlo.

Un día, llego el primer hombre y trajo la taza de Buda que la princesa había pedido, pero pronto Kaguya descubrió que no había ido realmente a la India como ella lo pidió, sino que en su lugar le había traído una taza sucia de un templo cerca de Kyoto. Cuando la princesa lo vio, supo inmediatamente que esta no era la taza de Buda.

El segundo no tenía idea de donde podría encontrarse una rama de plata y oro, por lo que decidió ordenárselo a unos joyeros. Cuando los joyeros fabricaron la rama, él se la llevó a la princesa. Era una rama de plata y oro tan maravillosa que ella pensó que realmente se trataba de lo que había pedido y pensó que no podría escapar del matrimonio con este joven... de no ser porque los joyeros aparecieron para reclamar al pretendiente su dinero. De esta manera la princesa comprendió que esta rama no era la verdadera y por consiguiente no era lo que ella había pedido.

El tercer pretendiente, a quién se le había pedido el vestido del ratón del sol, les dio dinero a algunos comerciantes que iban a China. Ellos le trajeron una piel vistosa y le dijeron que pertenecía al ratón de sol. Se lo llevó a la princesa y ella dijo :

- Realmente es una piel muy fina. Pero la piel del ratón de sol no arde, aún cuando se tira al fuego. Probémoslo.

Y Kaguya tiró la piel en el fuego, y como era de esperar, la piel ardió.

El cuarto pretendiente era muy valiente e intentó encontrar al dragón por sí mismo. Navegó y vagó durante mucho tiempo, porque nadie sabía donde vivía el dragón. Pero durante una jornada, fue asediado por una tormenta en la que casi pierde la vida. La tormenta le impidió seguir buscando al dragón, así que regresó a su casa. De vuelta en su hogar, se encontró muy enfermo y no pudo volver con la Princesa Kaguya.

El quinto y último de los hombres buscó en todos los nidos, y en uno de ellos pensó que había encontrado lo que la princesa le había encargado; pero al bajar tan aprisa por la escalera, se cayó y se lastimó. Ni siquiera lo que tenía en su mano era la concha que la princesa había pedido, sino una golondrina vieja y dura.

De este modo todos los pretendientes fracasaron, y ninguno podría casarse con la princesa.

Un día, el Emperador quiso conocer la extraordinaria belleza de Kaguya Hime. En cuanto la vio, quedó prendado de la joven y le pidió que se casara con él y fuera a vivir a su palacio. Pero la princesa rechazó también su propuesta, diciéndole que era imposible, ya que ella no había nacido en el planeta y no podía ir con él.

Ese verano, cada vez que la princesa miraba la Luna, sus ojos se llenaban de lágrimas. Los ancianos estaban muy preocupados, pero la princesa guardaba silencio. Un día antes de la luna llena de mediados de agosto, la princesa explicó por qué estaba tan triste. Explicó que no había nacido en el planeta, sino que procedía de la Ciudad de la Luna, a dónde debía regresar en la próxima luna llena, y que vendrían personas a buscarla.

Los ancianos trataron de convencerla de que no partiera, pero ella contestó que debía hacerlo. Así que Taketori corrió en busca del Emperador, y le contó toda la historia. El Emperador, para evitar que la princesa Kaguya se marchara, envió a su casa una gran cantidad de soldados.

Pero en la noche de la luna llena de mediados de agosto, una intensa luz los cegó a todos y las gentes de la Ciudad de la Luna bajaron a por la princesa. Los soldados no pudieron combatir ni tratar siquiera de impedirlo, porque estaban cegados por aquella intensa luz y porque extrañamente habían perdido las ganas de luchar.

La princesa se despidió de sus padres, y les dijo que no deseaba irse, pero que tenía que hacerlo. También se despidió del Emperador por medio de una carta.

El desolado Emperador envió un ejército entero de soldados a la montaña más alta de Japón, el gran Monte Fuji. La misión era subir hasta la cima y quemar la carta que Kaguya-Hime había escrito, con la esperanza de que llegara a la ahora distante princesa.

Años después, de la Luna cayó la capa que la gente de la Ciudad de la Luna le había dado a la princesa Kaguya. Un monje, llamado Miatsu, se enteró de la historia de la princesa y fue a ver al Emperador. Le dijo que si alguna vez la luna llena aparecía más de lo debido, llevaran la capa al Monte Fuji y lo quemaran. El monje le dijo que la princesa Kaguya había recibido la carta que el había quemado , y que se encontraba molesta por no haberse podido quedar en el planeta, por lo que había decidido convertir la Tierra en un lugar como la luna. El Emperador le pidió al monje que sellara a Kaguya en un lugar del cual jamás pudiera salir.

La princesa Kaguya se enteró por medio de un susurro de un sirviente del palacio que estaba encargado de cuidar el espejo que la mantenía cautiva del hechizo y el engaño del Emperador, así que le pidió a uno de los habitantes de la Ciudad de la Luna que hiciera que del Monte Fuji cayera fuego, lava, cenizas y gases venenosos que causaran la muerte de la región entera. Esa persona así lo hizo, y tomando la furia de la princesa como componente principal, creó al volcán a partir de la montaña, que no hizo erupción debido a que la rabia de la princesa no era suficiente, por lo que tenían que esperar hasta que la rabia de la princesa se acumulara y fuera la suficiente para hacer estallar al volcán.

Desde entonces las erupciones del Fuji , aunque escasas, han sido violentas, debido a la furia de Kaguya Hime.